Al tren de sus añoranzas, como espejismo incierto, sonaron las campanas de un invierno atestado por la cordura más pura en ella. Pero la espera persiste y guarda tanto en los ojos de su acompañante que consigue el llanto de la libélula. Sin embargo, al final del día , la lluvia es tierra húmeda, el café es vapor y la cigarra comienza la profecía de buenas noches.
El tren se ha ido, ha anunciado la ausencia de su regreso. Emma ha dejado sus maletas, su perfume. Ha dejado su esencia y ahora todo es amapola.